miércoles, 13 de mayo de 2020

Cuando la araña termine su trabajo



(Ganador en el Concurso de cuento Eduardo Carranza, Sopó-Colombia, 2019)
En el portal ahora ha crecido el musgo,
musgos distintos,
 ¡demasiado profundos para limpiarlos
!”
Ezra Pound.
  
  
      PASO LA TARDE EN MI JARDÍN
evocando los aromas mojados
que anteceden la lluvia inesperada
y nos veo
con el tiempo
mi viejo y yo en un dispensario de muros altos
y postigos cerrados,
donde el musgo y los bejucos crecen.
   Me la paso circulando entre el baño y el patio:
el patio de mosaicos amarillos cagado de palomas donde robo algo de sol quemado

y el baño que vive abierto.
   Tiré las agujas
los hilos
volví a fumar,
no he vuelto a calentar el espíritu
ni a caminar por el sereno,
engordé
no hojeo libros,
me mantengo sentada al borde del catre con la mirada fija, 
observando una araña que teje su muralla desordenada,
sucia,
en el resguardo del drywall que separa mi camastro
y el lecho del viejo que casi está ahí,
que sonríe y sonríe de puro bueno sin comprender nada.
No le digo que ocasionalmente me paro y me caigo,
me levantan,

me traen a la alcoba.
   Me ve entrar y resplandece, 
le doy su sopa espesa,
tibia,
él me da besos.
Rosa mis labios con sus dedos,
a veces,
con fresca realidad.
Yo me meto en su lecho.
Nos nutrimos del calor que nace en el espacio de nuestros cuerpos que se aferran el uno al otro.
Su cuerpo huele a hollín de leña menuda.
Me cubre.

Lo siento un tanto más frágil de cuerpo que de alma. 
   Me alegra que cuando escucha una palabra que puede recordar de un poema que sabíamos juntos
le sonríe el alma. 
Nos hablamos sin mover los labios.
Vivo en mi corazón lo que su corazón olvida. 
   A veces se queda largo rato abrazado a su radio como un árbol caído.
Yo le mimo sus pelicanos cabellos.
Él simplemente escucha la hora.
   La araña es mi conciencia a ras de piso,
mansa,
amigable.
Es café.
La llamo ´Dayis´ como llamo a mi hermana.  
   De mi cama a la araña hay dos pasos.
Por momentos me le acerco con cuidado,
la coloco en un recipiente,
la saco al patio;
ella,
de largas patas frías,
en la mañana está de nuevo empezando a tejer y retejer en su cobijo.  
   Sobrevivimos en la orilla.
Nos veo vueltos un estorbo,
un trío de expulsados del mundo,
sin muerte en qué vivirnos,
como la planta que nace,
se forma,
se reproduce,
yace achicada en un recodo donde la muerte quiere.   
   Lo evidencio:
siento que somos marionetas que no pueden desprenderse del hilo
con sueños y vigilas que no pueden separarse en vida.  
   Un día me encuentro acurrucada en el suelo
recelosa de mi propia sombra
reparando que la casa se hunde
que el aire erosiona las paredes
que pueden caer a mi alrededor.
Bajo las persianas
habito en la oscuridad
no regreso al patio.   
   Solo cuando la araña termine su trabajo volveré a sonreír
me levantaré derrengada desde el centro del silencio
me marcharé porque ese será el día de mi partida.   
   De nuestra partida con las sombras que se han alojado en nosotros
adonde llegue la lluvia que todo lo lava
salga el sol para siempre
y nos empuje con pasos de lluvia por sueños espirales
tranquilizadores
de margaritas y árboles hasta donde yo tampoco sepa quién soy.

FOTO: www.zotal.com




2 comentarios:

  1. "Aracnecdóticas" líneas hechas poema... Mi respeto

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  2. Felicitaciones por hacer visible, a través de poesía, el diario vivir de una persona. Cuántos momentos de la vida que se convierten poemas o canciones. Buen trabajo.

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