sábado, 9 de mayo de 2020

Lo que me digo de él



     UNA NOCHE MONÓTONA, FRÍA, DE LUNA ROJA, de ´tormenta´, ya viejo, recuerdas tu niñez junto a tu padre nonagenario, encerrado como en un mausoleo, digamos, por confinamiento. Decides contarla con ojos de tercera persona, trechos en prosa trechos en poesía. Atajas tus deseos. Valoras que es mejor narrarla en primera voz antes de que la imagen se desvanezca en la isla de la memoria.    
   Sentado en el comedor de tu casa en La Sabana de Bogotá piensas en no sé por dónde empezar. Buscas una servilleta de papel, vas a dar donde no hay nada, solo el zumbo del mosquito, el relajante plop plop de las burbujas en la pecera. Alzas los ojos, memorizas, organizas, te explicas lo que percibes, sientes, miras a la gata que se sube a la silla. Cuentas los imanes de la nevera, los sumas a los dedos de tus manos. Encuentras que podrías llenar páginas y páginas de una lírica ansiosa, para decir en vaharadas que, junto con tu madre que te albergó en su vientre siete meses y medio como cosa bajada de lo alto, te proveyó un corazón y los genes de la calvicie. Te parió en casa en Medellín, a cuatro cuadras de la carrera 45 del barrio Manrique, bautizada Avenida Carlos Gardel. Te dio leche de sus pechos para conseguirte piernas fuertes. Brazos largos. Dientes duros. Baja estatura. Ojos para mirar al cielo y asegurar que no estamos solos en el cosmos, él también te procuró vida.
   Y aunque no pudo recibirte con sus manos agrietadas de albañil en una cementera en 1953 cuando naciste, te bañó, colocó compresas con vinagre en tus magulladas. Te enseñó a dar los primeros pasos en un rancho con pisos de barro, techos con hojas onduladas, sin acceso a servicios básicos, hasta puso una mota de algodón esterilizado en la herida que dejó la extracción de una muela para que la mordieras, la mordiste y frenó el sangrado una madrugada en Bello en medio de un torrencial aguacero. ¡Hubieras visto!
   Más crecidito te contó historias de la violencia que resistió en su juventud en su natal Frontino, que lo llevó a finales de los cuarenta a Medellín. Te enseñó su fe, a jugar ajedrez, a montar en su bicicleta hechiza, mitad Raleigh Antigua, mitad con latas, hierros.  
    Nunca pudiste aprenderle a silbar. Lo envidiabas. Lo intentaste veces y veces, y aun lo intentas, sin cubrebocas: meñiques en la boca, lengua hacia adelante o retraída. Solamente un soplo, débil: ¡fiiiuuuuuuu!  
    A comienzos de los sesenta hizo con sus manos y con las manos de sus amigos en ´minga´ un techo en forma para tu cabeza y la de tus siete hermanos en La Gran Avenida, ya en el barrio obrero en Bello donde te levantabas, te duchabas, salías con el cabello húmedo, brillante, a la calle a tropezar con tu naciente vida. ¡Qué vida! De donde regresabas harto, hambriento. Con cara de dolor que era tu drama de haberte dado bofetadas con otras pieles. Otros huesos. Otras sangres.
   Muchos años cargó con su paga semanal en la textilera Fabricato comida para todos y ropa. Exclamaba: ¡Gracias a Dios! Salario que le alcanzó para instruirte con las Dominicas de La Presentación, con los de La Salle, que te acomodaron para la vida bien, mal. 
   Te llevó con tu madre a conocer el gran río Magdalena donde comiste por primera vez coporo o bocachico, pez originario de su cuenca, que atraviesa toda la geografía de Colombia. Río que hasta se ha tragado muchas de las palabras con las que has hecho memoria histórica colectiva y periodismo literario
        historias de vida de personas mayores víctimas del conflicto armado
              porque sabes que ha cargado bultos de campesinos arrojados, avistado cabezas de pescadores pendiendo de los puentes en sus 1540 kilómetros entre las cordilleras Oriental y Central de los Andes colombianos.
   Te regaló el primer pantalón largo jean de azul índigo de rebeldía, aunque no le alcanzó para regalarte el acordeón de la vitrina una Navidad y te corrige por lo mal hablado que eres.
    Te sirvió de aval en la biblioteca del pueblo donde conociste nombres de hadas, de seres mitológicos. De pájaros. Ríos. Ciudades. Aprendiste a conversar en tu mente con dos o tres escritores. A disfrutar la música de más allá del coro de la parroquia. A leer lo heroico del universo. A empezar a entender que apenas somos una sombra en el espacio. Biblioteca que demolieron, en cuya sala infantil te transportabas a otro país, como a Liliput 
     la nación isleña de Los viajes de Gulliver, de Swift
donde todo se ofrecía en miniatura: mesas, sillas para ´monstruos´ enanos,
ventanas diminutas, estanterías bajas, libros con incipientes portadas de cartón.
   Ese, mi padre Félix Antonio, que amó a mi madre Blanca Libia ya partida, como los padres de pacíficas virtudes y cruces a sus espaldas de múltiples colores, con cargas de eternidad que no se escriben, porque da miedo contar que cada uno poco reflejamos su luz en los propios y fraternos abismos del purgatorio.
    Es lo que me digo de él con sílabas de gratitud, sílabas de amor, sílabas de admiración para alumbrar su vida. Y nos veo expresándoselo en vivo, sin tapabocas, con palabras de ofrenda en sus noventa y cinco junios en Bello, luego de que pase esta ´borrasca´. Si pasa.    

8 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Definitivamente, me identifico con éste artículo, cuando se llega a cierta edad, cuando los años se hacen más cortos, cuando el ocaso de la vida se hace más real, cuando los amores de otros años reviven en los rincones del pensamiento, cuando se deshoja pétalo a pétalo nuestra vida queda solo estas líneas...
      Mil gracias por compartir tus artículos.

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    2. Muchas gracias po su generosa lectura y comentario señora María de la O. Es nuestra intención, sensibilizar sobre ese importante proceso en las etapas de la vida: el envejecimiento y la vejez, nunca como problema si no como solución.

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    3. Gracias a usted querido hermano desconocido. Saludos.

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  2. Brillante relato autobiográfico.
    Acabo de hacer el ejercicio de grabarme mientras leía su escrito Maestro Tabares y al escuchar su texto cerré los ojos logrando mentalmente un sonoviso de lo que relata... Con un álbum familiar sería fantástico que igual publicara esto como un videorelato. Tiene matices muy evocadores.

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    1. Apreciado Iván, tu comentario como lector inteligente me alienta, y tu idea de llevar el relato a una expresión audiovisual es muy interesante. Trataremos de realizarla. Un abrazo.

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  3. Que bien y Gracias por darme la oportunidad también de remontarme a mis ancestros y recordar aquellos y hermosos años vividos.

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  4. "Lo que me digo de El" excelente título, para un cuento tan encantador, de un ser que tengo la fortuna conocerlo, ¡es admirable!
    También me ha llevado a rememorar a mi Santo Padre y hasta me han dado ganas de escribir...
    Gracias apreciado Héctor por compartir tan especial escrito

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