domingo, 31 de mayo de 2020

Escucha el Podcast: ASUNTOS MAYORES 13 ¡Que Vuelva!




En esta edición disfrutarás del tema “Que vuelva” del cantautor español Juan Valderrama, luego en la sección la voz del especialista damos la bienvenida a la médica geriatra María Francisca Echeverry, quien nos invita a NO visitar a nuestros viejos y viejas y nos recomienda, con insistencia: “… ya que los tienes (a tus mayores), no generes la forma de poderlos abrazar, genera la forma de esperar ese abrazo cuando esto termine: No termines tú con ellos antes”.
Luego escuchamos el mensaje enviado por Elizabeth Ríos, sobre la libertad en tiempos de vejez. 
Damos cabida también a la animadora mexicana Patty Kelly México, invitando a la NO DISCRIMINACIÓN DE LAS PERSONAS MAYORES EN ÉPOCA DE PANDEMIA.
Igualmente, compartimos la creación de nuestros viejos campesinos inspirada e interpretada en tiempos de coronavirus, por las personas mayores del Centro Día Bello Amanecer, del municipio Belén de Umbría, departamento de Risaralda.
Y a Juan Carlos Jaramillo, con una invitación  a saludar a nuestro yo interior. Para finalizar, escuchamos al salsero PANAMEÑO, Rubén Blades, en su más reciente tema en compañía de Ceferino Nieto, en el cual dan ánimo al pueblo panameño que se encuentra actualmente encerrado.


domingo, 24 de mayo de 2020

ASUNTOS MAYORES 12 la “Rebelión de las canas I”


En este nuevo capítulo titulado la “Rebelión de las canas I”, nos hacemos eco de las opiniones a favor y en contra del confinamiento de los mayores de setenta años, a casusa de la pandemia por el nuevo coronavirus.
Nos acompañan hoy desde Bogotá, la señora Rosalba Rodríguez; Juan Carlos Jaramillo (Bogotá); escuchamos el tema “AVES ENJAULADAS” en la voz de la cantautora española Rozalén.
Conoceremos la invitación de la ONU a preocuparnos por las personas mayores en cuarentena. Así como, la participación del escritor colombiano Gustavo Álvarez Gardeazábal, con su recientemente inaugurada Crónica de un enchuspado.
Luego en la voz del recordado Joan Manuel Serrat el tema: “Aquellas pequeñas cosas en cuarentena” por el coronavirus.
En nuestra sección Eslabones de memoria en tiempo de retiro una dramatización con la colaboradora Ana Lucía Mendoza. Y desde Medellín, María Isabel Pérez, nos habla sobre ciudades amigables con el adulto mayor.
Roy Salas Adán EL OBSERVADOR

domingo, 17 de mayo de 2020

Escuche aquí el Podcast Asuntos Mayores #11

Escuche acá el episodio número 11 del podcast Asuntos Mayores de este sábado 16 de mayo de 2020. Una coproducción de la Corporación Asuntos Mayores y EL OBSERVADOR.

 En este programa escuchamos a José Antonio, de 71 años y Luis, su estupendo guitarrista interpretando el sentido tema El Abuelo. También el mensaje del Secretario General de la ONU , António Gutérres, quien lanzó una iniciativa para defender los derechos de los ancianos.

Presentamos una dramatización de conflictos testimoniales en tiempo de cuarentena. Igualmente, el cantautor español, Joaquín Sabina, nos regala una invitación a la lectura.
Contamos con las participaciones de los colaboradores: María de la O. Rodríguez Toro desde Bogotá; Nhora Hincapié, desde el municipio de El Peñol en Antioquia; MARÍA ISABEL PÉREZ, desde Medellín y Juan Carlos Jaramillo desde Bogotá.

miércoles, 13 de mayo de 2020

Cuando la araña termine su trabajo



(Ganador en el Concurso de cuento Eduardo Carranza, Sopó-Colombia, 2019)
En el portal ahora ha crecido el musgo,
musgos distintos,
 ¡demasiado profundos para limpiarlos
!”
Ezra Pound.
  
  
      PASO LA TARDE EN MI JARDÍN
evocando los aromas mojados
que anteceden la lluvia inesperada
y nos veo
con el tiempo
mi viejo y yo en un dispensario de muros altos
y postigos cerrados,
donde el musgo y los bejucos crecen.
   Me la paso circulando entre el baño y el patio:
el patio de mosaicos amarillos cagado de palomas donde robo algo de sol quemado

y el baño que vive abierto.
   Tiré las agujas
los hilos
volví a fumar,
no he vuelto a calentar el espíritu
ni a caminar por el sereno,
engordé
no hojeo libros,
me mantengo sentada al borde del catre con la mirada fija, 
observando una araña que teje su muralla desordenada,
sucia,
en el resguardo del drywall que separa mi camastro
y el lecho del viejo que casi está ahí,
que sonríe y sonríe de puro bueno sin comprender nada.
No le digo que ocasionalmente me paro y me caigo,
me levantan,

me traen a la alcoba.
   Me ve entrar y resplandece, 
le doy su sopa espesa,
tibia,
él me da besos.
Rosa mis labios con sus dedos,
a veces,
con fresca realidad.
Yo me meto en su lecho.
Nos nutrimos del calor que nace en el espacio de nuestros cuerpos que se aferran el uno al otro.
Su cuerpo huele a hollín de leña menuda.
Me cubre.

Lo siento un tanto más frágil de cuerpo que de alma. 
   Me alegra que cuando escucha una palabra que puede recordar de un poema que sabíamos juntos
le sonríe el alma. 
Nos hablamos sin mover los labios.
Vivo en mi corazón lo que su corazón olvida. 
   A veces se queda largo rato abrazado a su radio como un árbol caído.
Yo le mimo sus pelicanos cabellos.
Él simplemente escucha la hora.
   La araña es mi conciencia a ras de piso,
mansa,
amigable.
Es café.
La llamo ´Dayis´ como llamo a mi hermana.  
   De mi cama a la araña hay dos pasos.
Por momentos me le acerco con cuidado,
la coloco en un recipiente,
la saco al patio;
ella,
de largas patas frías,
en la mañana está de nuevo empezando a tejer y retejer en su cobijo.  
   Sobrevivimos en la orilla.
Nos veo vueltos un estorbo,
un trío de expulsados del mundo,
sin muerte en qué vivirnos,
como la planta que nace,
se forma,
se reproduce,
yace achicada en un recodo donde la muerte quiere.   
   Lo evidencio:
siento que somos marionetas que no pueden desprenderse del hilo
con sueños y vigilas que no pueden separarse en vida.  
   Un día me encuentro acurrucada en el suelo
recelosa de mi propia sombra
reparando que la casa se hunde
que el aire erosiona las paredes
que pueden caer a mi alrededor.
Bajo las persianas
habito en la oscuridad
no regreso al patio.   
   Solo cuando la araña termine su trabajo volveré a sonreír
me levantaré derrengada desde el centro del silencio
me marcharé porque ese será el día de mi partida.   
   De nuestra partida con las sombras que se han alojado en nosotros
adonde llegue la lluvia que todo lo lava
salga el sol para siempre
y nos empuje con pasos de lluvia por sueños espirales
tranquilizadores
de margaritas y árboles hasta donde yo tampoco sepa quién soy.

FOTO: www.zotal.com




HECTORTABARESO.blogspot.com


Medellín, 1953. Periodista, escritor, editor, comunicador todoterreno. Desde antes de llegar a ´viejo´ -sí, ´viejo´, con afecto, sin eufemismos- se ocupa de visibilizar los asuntos de la vejez y del envejecimiento: lo bueno, lo lindo, la verdad, y lo disfruta sobremanera.  
Su primera publicación literaria fue en la Revista Universidad de Antioquia en 1977. Ha sido divulgado como periodista en varias publicaciones nacionales e internacionales desde 1979. Sus maestros, con quienes conversa permanentemente: Jaime Gutiérrez Álvarez f.s.c., Carlos Castro Saavedra, Jaime Mercado Jr., Manuel Mejía Vallejo, Eutiquio Leal, Miguel Méndez Camacho, Alberto Duque López “El Tigre”, Hernando Martínez Pardo, Arturo Álape (1996), y Javier Darío Restrepo. 
Coautor del libro “Diálogos de Laura Montoya con el ´Indio´, (2004). Coautor con Luz Gladys Tabares y editor del libro “Cien años de silencio, sobre la mujer en la historia de Bello”, (2014). Director del periódico y del podcast Asuntos Mayores, enfocados en presentar el envejecimiento para todas las edades, desde 2015. Editor General del periódico EL OBSERVADOR desde 2016. Editor, coordinador general y coescritor del libro “Ojalá nos alcance la vida”,historias de vida de personas mayores víctimas del conflicto armado colombiano(2017). Co-compilador y editor del libro “Plumas Mayores” (2017), escritos sobre la vejez y el envejecimiento de varios pensadores en todas las épocas de la historia. Tallerista promotor de lectura y escritura con personas mayores. Ganador de varios premios en cuento y poesía, el último en el Concurso dePoesía Eduardo Carranza (Sopó, Colombia), 2019. Próxima publicación: “Cuando la miras a los ojos”, su primer libro publicado con trazos en prosa, con trazos en poesía.  Es Presidente de la Corporación Asuntos Mayores (Coasuma).
CONTACTO:
ASUNTOSMAYORESPRENSA@GMAIL.COM
 HECTORTABARESO.blogspot.com  

domingo, 10 de mayo de 2020

Asuntos Mayores 10 Día de las Madres



Especial musical del día de las madres 10 de mayo 2020. Con temas como: Eres mi madre, de Isabel Pantoja; los versos a mi madre, de Julio Jaramillo; una reflexión sobre el valor de una madre; gracias mamá, de Natty Blanco y Lady Laura, de Roberto Carlos.





sábado, 9 de mayo de 2020

Así me siento mejor


 MIS HIJOS ME TRAJERON A PASAR ESTE TIEMPO DE CUARENTENA,  
a este lugar sin paredes, sin luz, sin piso, solo con techos y ventanas,
a ningún sitio, dizque porque era el mejor cerco para cuidarse los ancianos,
como los que son llevados a un santuario en espera de un milagro.
   No obstante, todo el día lo desando con euforia de aquí para allá en dos zancadas, de a poco, repasando lo que me falta por vagar hasta perderme.   
   Por las noches de luminosidad microscópica
                         (enigmático, tal vez explicable)
me dedico a excluir las lunas que tienen los planetas del universo sin estrellas,
unas veces. Otras, a calcular los vacíos de las estrellas fugaces que tienen planetas sin satélites. Y así me siento mejor, sin ocupación, sin mejoría, sin que los médicos ni mis hijos se enteren nunca.

   Ambos, forzarían de nuevo mi reingreso, y de nuevo impedirán mi salida después de la pandemia.

Lo que me digo de él



     UNA NOCHE MONÓTONA, FRÍA, DE LUNA ROJA, de ´tormenta´, ya viejo, recuerdas tu niñez junto a tu padre nonagenario, encerrado como en un mausoleo, digamos, por confinamiento. Decides contarla con ojos de tercera persona, trechos en prosa trechos en poesía. Atajas tus deseos. Valoras que es mejor narrarla en primera voz antes de que la imagen se desvanezca en la isla de la memoria.    
   Sentado en el comedor de tu casa en La Sabana de Bogotá piensas en no sé por dónde empezar. Buscas una servilleta de papel, vas a dar donde no hay nada, solo el zumbo del mosquito, el relajante plop plop de las burbujas en la pecera. Alzas los ojos, memorizas, organizas, te explicas lo que percibes, sientes, miras a la gata que se sube a la silla. Cuentas los imanes de la nevera, los sumas a los dedos de tus manos. Encuentras que podrías llenar páginas y páginas de una lírica ansiosa, para decir en vaharadas que, junto con tu madre que te albergó en su vientre siete meses y medio como cosa bajada de lo alto, te proveyó un corazón y los genes de la calvicie. Te parió en casa en Medellín, a cuatro cuadras de la carrera 45 del barrio Manrique, bautizada Avenida Carlos Gardel. Te dio leche de sus pechos para conseguirte piernas fuertes. Brazos largos. Dientes duros. Baja estatura. Ojos para mirar al cielo y asegurar que no estamos solos en el cosmos, él también te procuró vida.
   Y aunque no pudo recibirte con sus manos agrietadas de albañil en una cementera en 1953 cuando naciste, te bañó, colocó compresas con vinagre en tus magulladas. Te enseñó a dar los primeros pasos en un rancho con pisos de barro, techos con hojas onduladas, sin acceso a servicios básicos, hasta puso una mota de algodón esterilizado en la herida que dejó la extracción de una muela para que la mordieras, la mordiste y frenó el sangrado una madrugada en Bello en medio de un torrencial aguacero. ¡Hubieras visto!
   Más crecidito te contó historias de la violencia que resistió en su juventud en su natal Frontino, que lo llevó a finales de los cuarenta a Medellín. Te enseñó su fe, a jugar ajedrez, a montar en su bicicleta hechiza, mitad Raleigh Antigua, mitad con latas, hierros.  
    Nunca pudiste aprenderle a silbar. Lo envidiabas. Lo intentaste veces y veces, y aun lo intentas, sin cubrebocas: meñiques en la boca, lengua hacia adelante o retraída. Solamente un soplo, débil: ¡fiiiuuuuuuu!  
    A comienzos de los sesenta hizo con sus manos y con las manos de sus amigos en ´minga´ un techo en forma para tu cabeza y la de tus siete hermanos en La Gran Avenida, ya en el barrio obrero en Bello donde te levantabas, te duchabas, salías con el cabello húmedo, brillante, a la calle a tropezar con tu naciente vida. ¡Qué vida! De donde regresabas harto, hambriento. Con cara de dolor que era tu drama de haberte dado bofetadas con otras pieles. Otros huesos. Otras sangres.
   Muchos años cargó con su paga semanal en la textilera Fabricato comida para todos y ropa. Exclamaba: ¡Gracias a Dios! Salario que le alcanzó para instruirte con las Dominicas de La Presentación, con los de La Salle, que te acomodaron para la vida bien, mal. 
   Te llevó con tu madre a conocer el gran río Magdalena donde comiste por primera vez coporo o bocachico, pez originario de su cuenca, que atraviesa toda la geografía de Colombia. Río que hasta se ha tragado muchas de las palabras con las que has hecho memoria histórica colectiva y periodismo literario
        historias de vida de personas mayores víctimas del conflicto armado
              porque sabes que ha cargado bultos de campesinos arrojados, avistado cabezas de pescadores pendiendo de los puentes en sus 1540 kilómetros entre las cordilleras Oriental y Central de los Andes colombianos.
   Te regaló el primer pantalón largo jean de azul índigo de rebeldía, aunque no le alcanzó para regalarte el acordeón de la vitrina una Navidad y te corrige por lo mal hablado que eres.
    Te sirvió de aval en la biblioteca del pueblo donde conociste nombres de hadas, de seres mitológicos. De pájaros. Ríos. Ciudades. Aprendiste a conversar en tu mente con dos o tres escritores. A disfrutar la música de más allá del coro de la parroquia. A leer lo heroico del universo. A empezar a entender que apenas somos una sombra en el espacio. Biblioteca que demolieron, en cuya sala infantil te transportabas a otro país, como a Liliput 
     la nación isleña de Los viajes de Gulliver, de Swift
donde todo se ofrecía en miniatura: mesas, sillas para ´monstruos´ enanos,
ventanas diminutas, estanterías bajas, libros con incipientes portadas de cartón.
   Ese, mi padre Félix Antonio, que amó a mi madre Blanca Libia ya partida, como los padres de pacíficas virtudes y cruces a sus espaldas de múltiples colores, con cargas de eternidad que no se escriben, porque da miedo contar que cada uno poco reflejamos su luz en los propios y fraternos abismos del purgatorio.
    Es lo que me digo de él con sílabas de gratitud, sílabas de amor, sílabas de admiración para alumbrar su vida. Y nos veo expresándoselo en vivo, sin tapabocas, con palabras de ofrenda en sus noventa y cinco junios en Bello, luego de que pase esta ´borrasca´. Si pasa.